Hasta hace no muchos días, seguramente buena parte de las personas desconocía que el estramonio era una planta común que crece en el entorno de nuestra ciudad, e incluso en solares abandonados del interior de la misma. Posiblemente algunos aún ignoren que se trata de una planta medicinal usada tradicionalmente en el tratamiento del asma y de espasmos de la enfermedad de Parkinson y que, en pomada, se utiliza para aliviar dolores reumáticos y la ciática. Sí. Por eso he escrito medicinal, aun a pesar de haber leído días atrás que se trataba de una planta asesina. También leí con asombro que se había encargado a la policía el arranque de estas plantas. Me sorprende que alguien pida a nuestras fuerzas de seguridad que arranquen los estramonios que se encuentren para evitar que algún no sé como clasificarlo se dedique a comerlas para ver qué efecto le producen.
Menos mal que no ha cundido el ejemplo y hemos encargado a nuestros policías que comiencen a arrancar los tejos que crecen en los parques, o las adelfas plantadas por doquier en medianas de las carreteras y patios de colegios, o que limpien las paredes de la ciudad antigua de beleño, planta ésta también de efectos alucinógenos, igual que algunas setas como la amanita muscaria, que también, por lo que se ve, habría que salir a recoger.
Plantas como los sauces se usaban para curar fiebres y artritis; de ellas se obtiene el salicílico, origen de la aspirina. A las dedaleras debemos las sustancias utilizadas en el tratamiento de patologías cardiacas, y al tejo, el taxol y la taxina, que se usan en tratamiento contra el cáncer. A nadie se le ocurre acabar con alguna de estas especies porque sea tóxica, como a nadie se le ocurre acabar con las botellas de aguarrás, lejía o gasolina para evitar que un imbécil se las beba.
Comentario extraído del periódico Hoy de Extremadura.
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